martes, 7 de agosto de 2012

Darwin se equivocó. Lo que pasa es que nosotros usábamos las pulseras Power Balance.

Había una vez... un montón de gente común y corriente. Esa gente se gastó un dineral en una pulsera de goma horrenda que, en teoría, era capaz de incrementar el rendimiento físico del portador a un 890% más. Si, una pulserita de goma.
Hubo toda una parafarnalia marketinera que era imposible de creer, fue desmentida por el mismísimo creador del producto y hubo millones de dolares en juicios por estafa, hoy, a mediados del 2012, la gente las conserva. Y peor aún: las usa. Pero no me sorprende. Encontré en los más oscuros rincones del internet este esquema completamente irrefutable de cómo decían funcionar:



Según esto el ser humano está programado para precipitarse de forma horrible y violenta hacia el suelo al levantar cualquiera de sus pies aunque sea por una fracción de segundo. Esto es causado por una flecha naranja del mal que nos colgó toda la vida del antebrazo. ¿Cómo no vas a subir de peso si no podés ni despegar un pie de la tierra? ¡¿EN QUIEN PODEMOS CONFIAR?!

Pero boludo, bajá un cambio, calzate la PB y volvete turquesa. Te podés poner un slip rojo y jugar a que sos el superhéroe más invencible jamás creado, o Papá Pitufo. ¡Las posibilidades son infinitas!

Esto es una prueba irrefutable de que las pulseras existieron a lo largo de la historia, probablemente desde que el primer pez reptil mamífero mutante con extremidades intentó respirar aire y caminar en tierra firme. Sin Power Balance no lo hubiese logrado JAMÁS.